jueves, 2 de diciembre de 2010

EL TECHO DE SEVILLA



Más allá de lo que anuncia la noticia sobre la adjudicación de la contrata para la construcción de la torre Pelli por Cajasol, querría centrarme en el titular de la noticia “EL TECHO DE SEVILLA”.

Leyendo las características del edificio en sí sera de una altura de 180 metros, 82 metros más alto que la Giralda. Cada vez que surgen este tipo de proyectos rompedores, los autollamados defensores de la ciudad alzan la bandera del “que nada se mueva” para dejar la ciudad como está y, si hay que hacer algo, que sea una copia de lo que ya hay, para conseguir así tener un parque temático de nosotros mismos.

Afortunadamente el mundo es más grande que la ciudad y los que tienen que decidir sobre las cosas suelen mirar más allá de su propio ombligo.

La UNESCO parece que por fin ha puesto las cosas en su sitio: La construcción de una torre más alta que la Giralda en Sevilla no pone en peligro al patrimonio de la ciudad, ni el de la humanidad. Buena noticia, porque la organización de este tipo de eventos siempre es motivo de satisfacción, pero se da la paradoja de que la ciudad puede pasar a engrosar la lista de Patrimonio Mundial en Peligro.

El motivo de la disputa es la construcción de un rascacielos de 180 metros de altura, la Torre Pelli (en honor al arquitecto que la diseñó), en los terrenos de la Cartuja, más concretamente en Puerta Triana, en la zona donde antes se situaba el Pabellón de los Descubrimientos.

En una ciudad dualista por excelencia donde las cosas no tienen más remedio que ser blancas o negras, sin que haya opción alguna a la existencia de otros colores o matices intermedios, era de esperar que tan controvertido proyecto encontrara reacciones opuestas y dispares, generando un intenso debate que, desgraciadamente, ha quedado relegado al plano de la ciudadanía, ya que políticamente las cosas han estado claras desde el principio.


El proyecto del rascacielos me genera una serie de dudas e interrogantes. En primer lugar y fundamental, ¿es necesario un rascacielos en Sevilla? O lo que es lo mismo, ¿necesita Sevilla un rascacielos?
En caso de ser la respuesta afirmativa, ¿para qué? ¿Por qué un rascacielos y no otro tipo de edificación? ¿Qué ganamos con su construcción?


Es evidente que Sevilla tiene un déficit de arquitectura moderna, de edificaciones contemporáneas de calidad que, como en tantos otros lugares (Bilbao o Valencia son clarísimos ejemplos), potencien la imagen de la ciudad y atraigan un abanico de visitantes que demanden algo más que la oferta turística tradicional, típica y tópica que llevamos ofreciendo prácticamente desde el año 29.


Ahora bien: ¿es un rascacielos el tipo de arquitectura que necesita Sevilla?
Bien es cierto que mucha gente ve en este tipo de mega construcciones el paradigma de la modernidad, un símbolo del progreso, de los nuevos tiempos. Prácticamente se identifica la edificación en altura con la arquitectura más vanguardista y puntera del momento. Desde mi punto de vista eso es un error.


Para el siguiente ejemplo ni siquiera nos vamos a mover de Sevilla: en 1925 el alemán MAH Jochens proyecta un conjunto de rascacielos en el mismísimo Prado de San Sebastián que se abría en abanico sobre el Guadalquivir, el llamado MiraBetis, propuesta desechada por Ayuntamiento y Academia de las Bellas Artes.
Años más tarde Aníbal González diseña la Basílica de la Inmaculada Milagrosa, a la que adosa dos torres de 100 metros de altura que tampoco llegan a edificarse.


En definitiva, que la construcción en altura no es algo nuevo, ni mucho menos. Es más, por la misma época en que se empezaban a elevar los edificios en Chicago y Nueva York aquí manteníamos aún intacto más de la mitad del perímetro amurallado de la ciudad…
Se me ocurren mil formas distintas de modernizar Sevilla sin tener que sobrepasar los 10 metros de altura. De hecho los grandes emblemas e iconos de la arquitectura moderna rara vez tienen más de dos plantas.


Otro aspecto que me preocupa bastante es el funcional. Una inversión tan fuerte y de tanta envergadura debería servir para solucionar buena parte de los problemas de la ciudad, o al menos de esa zona. La Torre Pelli, siempre desde mí punto de vista, más que resolver los crea.
Porque sigue sin convencerme el argumento de que un coloso recubierto de cristal con 178 metros de alto vaya a ser sostenible, del mismo modo que se repite mi escepticismo referente a que se vayan a generar miles de puestos de trabajo cuando las torres de oficinas del cercano Torneo Parque Empresarial están semi-vacías. Del tema atascos, infraestructuras y tráfico ni hablamos.

Fuente: diario adn.

4 comentarios:

María Cisnero Arjona dijo...

No creo que modernizar Sevilla se sintetice en la idea de “colocarle” un rascacielos en uno de sus accesos por carretera… en una zona empresarial.

Un rascacielos aislado, desde mi punto de vista, no puede hacer que Sevilla se considere como una ciudad más cosmopolita. Tampoco pretendemos que lo sea, ¿no? Sevilla es una ciudad de contrastes, tiene una riqueza monumental muy importante, y a pesar de tener edificios dispares, pienso que comprenden una línea regular y no desentonan, con lo que forman en su conjunto una ciudad que nos encandila a los que vivimos en ella.

Ese rascacielos en una ciudad como Sevilla, está fuera de lugar.

Es como si en la Quinta Avenida de Nueva York, de repente, nos encontrásemos con "el callejón del agua" a mitad de la calle, ¿tendría sentido?

Rocío Moreno dijo...

Si miramos otras ciudades del mundo como Milán, Nueva York, Japón… o incluso algunas españolas como Barcelona podemos analizar que los edificios altos son las construcciones básicas de éstas. De igual manera nunca imaginaríamos edificios de más de tres plantas en algunas localidades de nuestra provincia.

Cada barrio, cada localidad, cada provincia tiene su idiosincrasia que la hace distinta a las demás y es lo que le pasa a nuestra ciudad. Así pues, la Giralda es la torre desde la cual se ve toda la ciudad, es el emblema de nuestra ciudad y es lo primero que vemos cuando nos vamos acercando a ésta.

A mí personalmente no me gustaría venir del Aljarafe y que me llamara más la atención un rascacielos de cristales que una torre de la época musulmana.

No es que nos cerremos a la modernidad pero, ¿por qué hacer sombra a la mismísima Giralda?

Todos los arquitectos tienen como sueño el reconocimiento de sus obras y esto es más fácil si el edificio pretende ser el más alto de una ciudad. Además como ya hemos dicho anteriormente, nuestra ciudad tiene diversos bloques de pisos y oficinas con estilo arquitectónico moderno y éstos no son muy altos.

Cabe plantearnos una cuestión ¿es que si no tenemos rascacielos nuestra ciudad es menos cosmopolita? La respuesta a esta pregunta es sin duda no, ya que Sevilla tiene muchos atractivos tanto turísticos como socioculturales, como para que un grupo de personas quiera o pretenda abrir la demanda turística con un rascacielos.

La segunda parte de mi comentario es una crítica a la funcionalidad de este edificio, ya que la ciudad consta de muchos edificios de oficinas vacíos como son las construcciones de Torneo Parque Empresarial o las construcciones de Royal Parque Empresarial.

Creo que deberíamos centrarnos en lo que realmente le hace falta a esta ciudad y procurar que se use estos edificios para después centrarnos en prestarle atención a otras cuestiones menos importantes como la que hoy abordamos.

Juan Manuel Cordobés Aguilar dijo...

Sin ninguna duda, se aprecia que el debate principal es Sevilla antigua contra Sevilla moderna. Creo que Rosa María ha dado en el clavo, si no paramos de poner pegas a toda construcción con indicios de modernidad Sevilla quedará estancada en el pasado. Esto tampoco ha de ser algo malo, pero las construcciones de hoy día son el patrimonio del mañana, así pues no podemos pensar que cerrando el paso a este tipo de arquitectura “moderna” le estamos haciendo un favor a nuestra ciudad.

Esta construcción, si llega a realizarse, casi seguro que será la primera de muchas. Esto hará también que Sevilla sea más rica en cuanto a ofrecimiento al turismo, que visto lo visto, es de lo que se sostiene casi la mayor parte de Andalucía.

Rocío García Toscano dijo...

No creo que la cuestión a debatir sea la construcción o no de un rascacielos en una ciudad como Sevilla, si no la posibilidad de cambiar una idea que perdura durante años, como es la de no superar en altura a la Giralda, para no romper con el estilo arquitectónico que representa a la ciudad.

Desde mi punto de vista ya es hora de cambiar esta perspectiva tan defendida por numerosos colectivos, puesto que la considero bastante cerrada al progreso y modernización de la ciudad. Pienso que la construcción de esta torre no supone un atentado contra la estructura arquitectónica de la que consta Sevilla y, además, desde el punto de vista de la funcionalidad, considero que supondrá la creación de empleo, no sólo durante su construcción, si no después de ésta, cuando sea ocupada por numerosas empresas que estarán dispuestas a formar parte de este proyecto ambicioso. La propia torre será utilizada por las empresas que la ocupen, como un recurso publicitario al ser un edificio que se verá desde muchos puntos de Sevilla, por lo que no creo que se quede vacía como critican algunos que no están de acuerdo con este proyecto.

Dicho esto, resulta atractivo y útil si se consigue realmente la finalidad con la que se construye, por lo que no creo que sea adecuado tomar como ejemplos otros parques empresariales o edificios que no hayan conseguido su finalidad, ya que no tienen por qué sufrir las mismas consecuencias, si no que debemos de creer en los beneficios que esta construcción provocará. Si tenemos en cuenta la comparación de la torre Pelli con el Parque Empresarial Torneo, expuesta por la autora de la noticia, sería criticable de igual forma la funcionalidad de diferentes edificios de Sevilla que no rompen con la estructura de la ciudad ni superan en altura a la Giralda.

Dejando esto a un lado, si nosotros mismos no enterramos la idea de que “no debemos construir ningún edificio más alto que la Giralda porque atenta contra el Patrimonio Histórico de nuestra ciudad”, no podemos pretender que el resto de la humanidad nos conozca por diferentes proyectos y aspectos que vallan más allá de la cultura, ya que sería una contradicción pedir una diferente perspectiva de nosotros mismos, cuando somos nosotros los que nos negamos a ella.

Finalmente me gustaría decir que ambos estilos arquitectónicos pueden convivir dando lugar a una ciudad más atractiva y bella, en la que todos tendrán cabida.