domingo, 5 de diciembre de 2010

DEMOLICIÓN DE LA ANTIGUA FÁBRICA DE ACEITUNAS "LA PALMERA" DE ARAHAL ¿UN DAÑO O UN BENEFICIO?

Antes de comenzar a hablar de la noticia en sí, me gustaría centrarme en lo que el verdeo siempre ha representado y continúa representando para los habitantes de Arahal.

El verdeo o recolección de la aceituna es una tradición transmitida entre generaciones que, hoy día, podemos decir que sigue siendo para este pueblo la razón de su existencia y economía. Su recogida comienza en el mes de septiembre para aprovechar que el fruto tiene su mejor tamaño y aún no ha cambiado de color. Cada día, después de la cogida por parte de las cuadrillas de cogedores, la aceituna es transportada a las industrias para comenzar el proceso de elaboración para su consumición.



cuadrilla de cogedores y bocoyes de aceitunas*

Así, en mi pueblo existía antiguamente una fábrica de aceitunas denominada "La Palmera", que es donde se llevaba a cabo dicho proceso, previo transporte de la aceituna en espuertas: selección de la aceituna (escoger), almacenamiento, tratamiento de salmuera en los bocoyes (requerir) y, por último, deshuesado y aliño. Esta fábrica no sólo formaba parte del patrimonio del pueblo arahalense, siendo la cumbre de una de las señas de identidad más importante y antigua del lugar, sino que además era la base de la economía de Arahal, una empresa que otorgaba puestos de trabajo a múltiples jornaleros y a sus mujeres, algo propio e identificativo del pueblo.

Sin embargo, lamentablemente digo la palabra "existía" porque de la fábrica no queda, en la actualidad, más que la portada que abría sus puertas a los trabajadores y el molino de viento que administraba energía a ésta en sus tiempos.

fachada de la antigua fábrica "La Palmera" y molino de viento de la fábrica

¿Por qué se ha destruido un elemento tan significativo para este pueblo?, ¿por qué no se ha luchado por reconstruir la antigua fábrica? Sencillamente, porque merecía mucho más la pena dedicar los terrenos que ocupaba esta entamadora a la construcción de viviendas en Arahal, ya que la población iba en aumento y el territorio arahalense sin edificar aún, era escaso, de tal manera que se tenían que explotar al máximo sus recursos, aunque fuese a costa de derrumbar una fábrica que tanto ha significado para el pueblo.

De esta manera, miles de trabajadores fueron a la calle y el negocio se trasladó a otros pueblos, quedándose Arahal sin una fábrica en condiciones para poder explotar sus recursos agrarios, ya que si por algo se caracteriza este pueblo es por su extensión de terrenos cultivados, fundamentalmente por olivares.

Era una pena verla cerrada, degradándose por el paso de los años, sin que nadie hiciera nada para salvarla. Tan sólo se veía en los rostros de los jornaleros impotencia, porque un negocio que hubiera dado el pan a tantas familias, un lugar que contaba con tantas historias en sus entrañas, un símbolo del patrimonio etnológico y cultural de Arahal, no sólo no era objeto de reconstrucción por parte del Ayuntamiento, sino que se empezaba a planear su derrumbe en búsqueda de espacio para edificar.

Y así se hizo; en el año 2007 comenzó su demolición para convertirse en la nueva urbanización que llevaría el nombre de la fábrica que ocupó durante tantos años este lugar: "La Palmera". Un edificio tan importante y la única consideración que tuvieron con respecto a él fue dejar su nombre para recordarla. Era una vergüenza. ¿Por qué, mejor, no pensaban en el pueblo?, ¿por qué no tuvieron en cuenta lo que la gente opinaba? Y, sobre todo, ¿por qué no pensaban en los jornaleros que tendrían trabajo de haber restaurado la fábrica? Porque pedir que se hubieran planteado restaurarla, volver a movilizarla o, al menos, dejarla como símbolo identificativo del pueblo para que los jóvenes y pequeños pudieran saber cómo fueron los orígenes del verdeo en su pueblo era demasiado pedir. Observarla como edificio que formaba parte del patrimonio de Arahal después de todo lo vivido en ella y en sus raíces era excesivo.

Pero, inexplicablemente, sirve para este caso el refrán que dice que "todo lo que sucede, sucede por alguna razón". Aunque es indignante que la destrucción de la fábrica se produjera, no pudieron continuar con las obras planificadas tan ricamente y, hoy día, l a construcción de algunos de los sótanos subterráneos se ha visto paralizada por el hallazgo arqueológico tan importante que tuvo lugar por parte de los obreros cuando excavaban para su realización.

Hasta ahora un rico sarcógafo de alabastro, hallado en 1625 en el sitio que hoy se conoce como "Callejón de Paradas" (Arahal), perteneciente al monje San Fulgencio y convertido en pilón y abrevadero, recogiendo las aguas de la fuente de "El Faro", era un extraño solitario sin otros restos que lo acompañaran. Sin embargo, tras estas excavaciones, se ha descubierto una necrópolis con muchos sarcófagos junto a una basílica paleocristiana que parece prolongarse fuera de los límites del solar de "La Palmera".

excavaciones realizadas en "La Palmera" y restos arqueológicos encontrados en dicha excavación*

Desde el Ayuntamiento, en un principio, se ha demostrado el interés por estos restos, ya que son los más antiguos hallados hasta ahora en el municipio (datan del siglo IV a VI según los expertos) y cambiarían mucho el panorama histórico del pueblo. Pero, por ahora, el asunto permanece en saco roto y a ningún habitante del pueblo le han llegado más noticias sobre tal suceso. Lo único que se sabe es que la zona donde se encontraron estos restos arqueológicos permanece intacta y, por tanto, desaprovechada desde el punto de vista urbanístico, ya que no se puede poner fin a la construcción de los "tan esperados" aparcamientos subterráneos.

De ahí, la pregunta de si la destrucción de la antigua fábrica ha supuesto un daño o, por el contrario, un beneficio para la localidad. Desde mi punto de vista, aunque no le resto importancia a los hallazgos arqueológicos que tan importantes son para ahondar más profundamente en los orígenes de Arahal, en la actualidad tenemos que vivir sin uno de los edificios que, en mi opinión, representan la identidad agrícola y olivarera del pueblo y, al mismo tiempo, sin unos resultados claros del análisis de dichos restos y de lo que ello podría suponer para la historia del municipio. En todo caso, hemos perdido para siempre la antigua fábrica (de la que ni siquiera quedan numerosas fotografías e información) y no acabamos de encontrar nuestras raíces (por falta de información e incertidumbre de si se han producido o no avances o nuevos análisis de los restos).

Por lo tanto, más que un beneficio, perder la fábrica ha sido un error demasiado grande que ahora y en un futuro habrán de pagar los jóvenes y más pequeños de la localidad, ya que incluso yo misma he tenido que preguntar a los mayores, que han trabajado y conocido la entamadora en todo su esplendor, para saber más acerca de ella.

Resulta lamentable que la falta de concienciación en cuanto a la conservación de un patrimonio que no sólo es de unos pocos, sino de un pueblo, nación y del mundo en general, nuestros alumnos no puedan conocer los orígenes de las costumbres de su pueblo, porque el verdeo no sólo se basa en recoger la aceituna, sino que forma parte del proceso su elaboración y transformación para que pueda ser consumida. Y en este caso, la fábrica ha quedado totalmente destruida y ni siquiera hay material suficiente para poder decirles, el día de mañana, desde aquí se sacaban al mercado las aceitunas de nuestro pueblo tras el trabajo de cientos de hombres y mujeres. Es muy difícil, en estas condiciones, enseñar el patrimonio cuando no te queda nada; solamente una fachada y un molino.

Por eso, cuando algún día mis alumnos me pregunte que por qué la feria del pueblo se llama "Feria del Verdeo" y la reina que se elige en representación de éste se denomina "Reina del Verdeo", yo podré decirles que miren a su alrededor, a esos verdes campos de olivo que rodean al pueblo, fruto de su excelentísimo patrimonio natural, pero nunca podré explicarles que, tras la recogida del fruto, el proceso de elaboración se realizaba en una fábrica que estuvo durante mucho tiempo inmersa en un paisaje donde, en la actualidad, sólo podemos ver casas y más casas; tampoco podré enseñarels cómo es el proceso y cómo es que su pueblo vivió durante mucho teimpo de la aceituna y, por este motivo, todos nos sentimos identificados con el verdeo, de ahí el nombre de las fiestas del pueblo. Para ellos, e incluso para nosotros los jóvenes, entonces, el sentido que tenía la feria para los que vivieron en aquellos tiempos nunca podrá ser completo, porque ahora nuestra aceituna no es auténticamente nuestra.


vista de Arahal desde los olivares

Fuentes consultadas:
Segundas fotografías extraídas de Google Maps (Street View).
* Terceras fotografías extraídas de:
http://elsobrino.wordpress.com/category/libros-de-arahal/
Última fotografía extraída de:
http://www.foro-ciudad.com/sevilla/arahal/fotos

5 comentarios:

Rocío García Toscano dijo...

Sobre la presente noticia, quisiera mostrar mi acuerdo con las personas que se sienten contrarias a éste tipo de actos, puesto que al igual que la autora provengo de un pueblo cuya actividad principal es la recolección de aceitunas.
Debido a la similitud entre los dos pueblos, me he documentado sobre situaciones parecidas y encontré un hecho semejante. Concretamente existía un molino de aceite en la plaza de mi pueblo que fue destruido para sustituirlo por el actual banco BBVA. De ahí mi interés por esta noticia e indignación por lo ocurrido, ya que a mi entender esto supone un ataque a las tradiciones de un pueblo.
Bajo mi punto de vista, los pueblos tienen unas costumbres y tradiciones que los hacen únicos y diferentes del resto de los pueblos y sobre todo de la capital. Éstas, podrían tomarse como su carta de presentación, como su seña de identidad. Por tanto, si nos centramos en esto, ¿por qué acabar con algo tan bello y noble como es una tradición? ¿Por qué ese afán de convertir todo lo antiguo en “moderno”? ¿De pasar de lo tradicional a lo industrializado? No puedo compartir esta forma de actuar, ya que si trasladamos estas cuestiones a Sevilla, ésta dejaría de “enamorar al mundo por su manera de ser, por su calor, por sus ferias” para convertirse en “otra ciudad más”. Cuestiones como ¿por qué te gusta Sevilla? serían incontestables al carecer de rasgos característicos.

Pues bien, si todo el mundo comparte esta idea, ¿cuál es el empeño de acabar con la tradición de la aceituna en pueblos como Arahal? ¿Quieren convertirlo en un pueblo más? Pienso que esto es consecuencia del capitalismo, con el que sólo se pretende el enriquecimiento de unos cuantos sin la más mínima consideración con la identidad e historia de un pueblo y el sentimiento de nostalgia de sus vecinos. Podría decirse que estas tradiciones han quedado enterradas bajo la ambición y la codicia. Una ambición y codicia que sepulta no sólo lo mencionado, sino a cualquier recuerdo que quede de la perdida fábrica.

Contestando a la pregunta del titulo de la noticia, comparto con Almudena el pensamiento de que la destrucción ha sido más bien un daño al pueblo que un beneficio, ya que si no investigan y dan utilidad a los hallazgos encontrados, éstos carecen de importancia. Otro de los perjuicios que esto ha provocado es la pérdida de un beneficio que obtenían numerosas familias en los meses que duraba el verdeo. Como compensación a esta pérdida creo que lo mínimo que deberían hacer es ahondar en la investigación de los restos encontrados para que al menos, ésta sea la cara positiva de una triste y cruel realidad.

Para concluir mi opinión me gustaría decir que esta destrucción ha supuesto desde el punto de vista de los educadores, la pérdida de un recurso didáctico que podría haber sido utilizado como muestra del patrimonio histórico del pueblo ya que como dice un refrán popular “una imagen vale más que mil palabras”. Nuestra labor como futuros docentes se basaría en explicar a los niños de Arahal el porqué, cómo, dónde, cuando y para qué de ese patrimonio ya perdido para provocar en ellos respeto y concienciación por éste.

macarena dijo...

De acuerdo con Rocio también pertenezco a un pueblo muy cerca de Arahal, donde la principal actividad que destaca es la recolección de aceitunas en estas fechas y que tengo el gusto de decir en este caso que en mi pueblo se ha conservado la fabrica llamada Cooperativa San Isidro Labrador que se fundó en 1960 hasta nuestros días y cuenta con una cantidad de socios impresionante.

En mi opinión y de acuerdo con esta noticia estoy en desacuerdo con lo que ha ocurrido en este pueblo, ya que Arahal es uno de los pueblos de La Campiña que destaca por la recolección de aceitunas y sus olivares y que la mayoría de sus habitantes se dedican a este sector y lo más lamentable es que no se ha conservado este patrimonio siendo tan importante para este pueblo, y lo peor que me ha parecido es que ha sido destruida para construir viviendas.

Lo que puedo decir en cuanto a lo sucedido, ya que tengo el placer de pasar por allí muy a menudo es que solo se conserva y se sigue conservando como bien ha dicho la autora de esta noticia es la portada principal y el molino, ni aun han empezado la construcción de dichas viviendas.

Y concretando, esto ha supuesto un daño para el pueblo más que un beneficio ya que aparte de perder la fábrica que representaba la identidad agrícola y olivarera para este pueblo, porque ellos se sentían identificados, también ha provocado la pérdida de beneficios que obtenían numerosas familias.

MACARENA MARTIN RODRIGUEZ

Abel Beltrán Salas dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Susana Jiménez Mavillard dijo...

El olivo es signo de la civilización mediterránea, núcleo vivo de la cultura universal de nuestro tiempo. La aceituna es signo y símbolo de un modo de ver y de entender la vida y el mundo.

La industria y comercio de la aceituna sevillana recibe su gran impulso de crecimiento con el descubrimiento de las Indias y el establecimiento en Sevilla del puerto exclusivo para el comercio indiano. Desde entonces, desde primeros años del siglo XVI, América es el gran consumidor de la aceituna sevillana, porque sevillana se llamaba ya por entonces la aceituna aderezada al gusto tradicional de esta tierra.

El verdeo es uno de los factores económicos más importantes de la provincia de Sevilla. Sin embargo, en Arahal, principal productor de la aceituna de mesa, más allá de piedra angular de la economía, el verdeo es un modo de vida que forja cada rincón de la personalidad de los vecinos. Y una de las máximas expresiones patrimoniales de este sentimiento tan arraigado en los arahalenses, era sin duda la fábrica de aceitunas “La Palmera”.

Se debe luchar por conservar todo aquello que forma parte de la cultura de un pueblo, como fiestas, tradiciones, parques, monumentos y antiguos oficios, que han dado vida al lugar y han dotado de identidad a sus habitantes. En este sentido, la demolición de la fábrica ha sido un error que puede hacer que las nuevas generaciones pierdan parte de ese sentimiento.

Si la fábrica dejó de ser productiva y el Ayuntamiento del pueblo no tuvo las herramientas necesarias para su conservación como tal, podían haberse estudiado otras alternativas.

El hecho de que se hayan conservado la fachada de la antigua fábrica y de su molino de viento, es señal de la importancia que ha tenido el lugar. Pues bien, se me ocurre un final alternativo al de la demolición. ¿Cómo hubiese resultado su rehabilitación y adaptación para albergar un museo? Un museo que enseñara la tradición agrícola en general y la aceitunera en particular del pueblo de Arahal y de sus alrededores, y donde se mostrara por ejemplo la evolución en las técnicas de recolección, las herramientas y maquinarias empleadas a lo largo de la historia, y que plasmara cómo la vida del pueblo giraba en torno a la vida de la fábrica.

Como he leído en la noticia, el terreno que ocupaba la antigua fábrica, iba a ser utilizado para construir una urbanización de viviendas, paralizada por el hallazgo de restos arqueológicos. Evidentemente esto supondría una entrada de dinero en las arcas del Ayuntamiento, pero a costa de la historia cultural y la identidad del pueblo de Arahal.

¿Cómo vamos a enseñar a las generaciones venideras lo que hemos sido si no hay nada que enseñar?

Abel Beltrán Salas dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con los comentarios publicados por mis compañeras.Es injusto lo que ha ocurrido en este pueblo. Esta fábrica ha marcado la historia de Arahal, así como las costumbres, tradiciones y formas de vida de sus habitantes.

Todos los ciudadanos tenemos derecho a disfrutar del patrimonio, por tal motivo, debemos de tomar partido de la conservación y cuidado de los elementos patrimoniales.

No sólo es una responsabilidad de la sociedad, la cual hace uso del patrimonio constantemente, sino que también deben responsabilizarse y trabajar por dicha conservación los órganos de urbanismo y los ayuntamientos ya que en muchos casos son los principales que comenten este tipo de errores, a mi juicio imperdonables.

¿No pueden construir las viviendas en otro terreno? ¿Tiene que ser precisamente encima de la fábrica? Los ciudadanos debemos de mostrarnos decepcionados ante tal decisión ya que la Fábrica ha contribuido a la creación de la identidad de Arahal y ha abastecido a dicho pueblo e incluso a la ciudad de Sevilla y a los pueblos colindantes durante muchos años.

Ni que decir tiene que ha generado muchos puestos de trabajo y ha contribuido en cierta medida al desarrollo económico del pueblo.

Por lo tanto, estoy de acuerdo en que indudablemente la demolición de la fábrica ha sido un perjuicio para el pueblo de Arahal.